Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.
La peste, Albert Camus
Escucho en la panadería a un señor de cierta edad quejarse casi a gritos con su hija al teléfono: “¿Cómo se les ocurre decretar estas prohibiciones? ¡Están todos locos…!” Como él, miles de personas en todos los países afectados por la cuarentena, no parecen entender la gravedad del asunto.
Les resulta incomprensible que sus negocios y sus viajes se vean cancelados. Como en la cita de Camus, no comprenden que el porvenir, los desplazamientos y las discusiones públicas se han suprimido temporalmente. Esto es porque han vivido con la idea que nada ni nadie puede coartar su libertad.
Pero “nadie será libre mientras haya plagas”, concluye Camus.
Cuando se ha vivido toda la vida o la mayor parte de ella en el así llamado mundo libre y opulento, cualquier prohibición es molesta. Su noción de libertad ha traspasado el límite de la moral. Se asume que la libertad es lo que yo quiero, lo que a mí me hace bien y me gusta. Y punto.
Afirmo que está más allá de la moral porque esta noción suprime al otro. No son capaces de pensar que existen millones de personas que no poseen la libertad y la opulencia de ellos. No se dan cuenta que esas personas tienen el mismo derecho que ellos, pero no lo pueden ejercer: viven oprimidos, son pobres.
Afortunadamente, la guerra, la peste, las inundaciones, los terremotos vienen a ser recordatorios de nuestra fragilidad. Bien haríamos en vivir la paz, la salud y la seguridad con mesura, con la conciencia de nuestra levedad. No somos invulnerables. No poseemos nada que podamos retener llegado el caso.
¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala…
Santiago 4:13 (RVR 1960)