La queja es más contagiosa que cualquier plaga, ya que provoca a los pensamientos negativos buscarse unos a otros. Cuando damos paso a nuestros pensamientos negativos, la mente busca mantenerse ocupada con estos y no permite la acumulación de pensamientos positivos.
La verdad, quejarse no es malo, el problema esta cuando lo único que podemos ver es quejas a nuestro alrededor y no podemos apreciar los regalos y bendiciones que Dios nos da a diario. Si utilizamos la queja para desahogarnos en algún momento o solo para dejar salir un momento difícil de vez en cuando, estamos solo dejando salir nuestra incomodidad. Al contrario, cuando permitimos que la queja se convierta en una obsesión o en algo adictivo, permitimos que nos controle en la gran parte de nuestras actividades.
Recuerda que la queja implica estar en todo momento enfocado en lo negativo de tu alrededor o incluso de ti mismo. En estos casos, a veces es importante cambiar este pensamiento y comenzar a ver los colores en medio de la oscuridad. Hoy puedes comenzar a ver todo diferente, porque renunciar a la queja te llevará a creer más en ti y en los que te rodean.
Para una queja sea más contagiosa que una plaga debemos mirarla de lejos y no hacer nada para detenerla.
Por ejemplo, comenzamos viendo una hormiga, luego vemos tres y no hacemos nada permitiendo que estas comiencen a apoderarse de nuestra cocina. Al cabo de varias semanas vemos más y al faltar a la acción de eliminarlas con el pasar del tiempo tenemos miles de hormigas en nuestra casa.
Así pasa con las quejas, comenzamos con una y al pasar del tiempo vemos qué nuestras quejas son continuas y nada que hacemos para detenerlas. Hemos desarrollado una plaga que ahora se nos hará difícil detener. Por otro lado, si al momento de quejarnos por cualquier situación, ya sea en el trabajo, casa, iglesia o cualquiera sea la situación, buscamos una solución a la misma, podremos contrarrestar la misma y ver lo bueno en ella.
Dejar de quejarnos no es difícil. Mas que cualquier cosa es decidir no serlo y sustituir la queja por soluciones. Aprendí de mi madre a que si no tengo nada bueno que decir, que no lo diga. También me enseñó a establecer un principio en contra de la queja, ella siempre dice: «No diga lo que hace falta, tráigalo». Por lo que he aprendido desde muy pequeño a decirle «no» a la queja.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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