La presión psicológica es inherente al ser humano. Siempre que nos enfrentamos a cualquier situación de la vida cotidiana; como llegar a tiempo a una cita, desempeñar de modo adecuado un trabajo, o competir en algún deporte o destreza especial nos hará estar expuestos a cierta presión; algunas veces más pasiva e imperceptible que otras, pero siempre estará presente acompañándonos.
En el programa Uno nunca sabe, la licenciada Débora Pedace habló sobre un tema actual: los Juegos Olímpicos. Y esto genera momentos de tensión. Se gana, se pierde y uno puede mirarlo desde su país sufriendo o alegrándose por los resultados; pero eres tú quien está compitiendo, cuando estás frente a esa batalla y a ese resultado que muchas veces no es el que esperas, es cuando surge la mayor presión.
Del mismo modo, sentimos presión al querer cumplir nuestras expectativas o las de los otros; desear ser buenos padres, buenos en nuestra pareja, buenos hijos, empleados, amigos, etc. Todo el tiempo estamos expuestos a lo que llamamos presión psicológica.
Si bien este es un fantasma que se genera en la mente, repercute en todo nuestro sistema nervioso, produciendo síntomas a nivel mental y físico. Muchos han definido la presión como ese estado intermedio entre el nerviosismo y el estar en calma; pero cuando la presión es incontrolable y sobrepasa su máximo nivel puede bloquearnos y dejarnos sin respuesta.
2 tipos de presión psicológica
Externa
Externa e enterna. La primera centrada en el afuera, las circunstancias que no dependen de nosotros, sino de los otros, del entorno. La podemos identificar tanto en ese jefe exigente en el empleo; como en ese adversario o rival en una competencia, la gente que está pendiente del resultado, el país a quien esa persona representa, los padres de un niño en nivel escolar, etc.
Interna
La interna tiene que ver con lo que sucede dentro nuestro. Nuestras pasiones, pensamientos, el miedo a lo desconocido, el temor al ridículo; el exceso del propio deseo de lograrlo, a veces con metas inaccesibles o difíciles de alcanzar como también la necesidad de aprobación. Son todas situaciones en donde se encuentra implícito el miedo a fracasar.
¿Con qué herramientas podemos trabajar?
Te daremos algunas básicas: en primer lugar, aceptar que la presión forma parte de tu vida te aliviará. El saber que siempre estaremos expuestos a presiones tanto internas como externas nos acortará el camino.
En segundo lugar, centrarte en el ahora, en la jugada, en ese informe que debes entregar o esa situación que debes resolver. Céntrate en ese preciso momento, no anticipes escenarios negativos, ni traigas a colación errores del pasado, de nada ayudarán.
En tercer lugar, cambia el foco del querer ganar a esforzarte al máximo y tener una actitud positiva, sin importar el resultado.
Cuando sientas que incluso haciendo esto, no puedes superarlo, será cuestión de pedir ayuda a profesionales expertos en el tema que te sostengan y acompañen en tus momentos más críticos.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.