En la vida siempre estaremos expuestos a diferentes situaciones en las que las cosas no salen como hubiéramos imaginado y no sabemos cómo enfrentar las frustraciones.
El concepto de frustración se define como el sentimiento que se genera en un individuo cuando no puede satisfacer un deseo planteado. Frente a este deseo o expectativa no satisfecha se produce una respuesta emocional de enojo, ansiedad, hasta incluso sentimientos de tristeza o desánimo asociados a esta respuesta no esperada.
Teniendo en cuenta que las frustraciones (como el hecho de asumir la imposibilidad de lograr todo aquello que uno desea y en el momento en que se desea) son un aspecto inherente a la vida misma; el punto clave reside en la capacidad de gestionar y aceptar esta discrepancia entre lo ideal y lo real. Así, el origen de la problemática no se encuentra en las situaciones externas, sino en la forma en la que las enfrentamos. Se entiende, desde esta perspectiva, que la frustración se compone tanto de una situación real ocurrida como de la carga emocional que genera esa vivencia en cada persona.
El buen manejo de la frustración parte de una actitud y, como tal, esta puede trabajarse y desarrollarse; la frustración es un estado transitorio y, por ende, reversible. Por tal motivo, un adecuado manejo de esta frustración es aprender a aceptar tanto lo que suceda a nivel externo; esto es, lo que nos ha ocurrido y que, muchas veces no depende de nosotros, y la vivencia emocional de ellos.
¿Cómo podemos enfrentar las frustraciones y capitalizar esas vivencias a nuestro favor?
Lo más importante es saber que las frustraciones van a venir y bastante a menudo. Es importante estar preparados con una actitud contemplativa y poder mirar las cosas con perspectiva.
En el segmento Viernes de terapia, la licenciada en psicología, Debora Pedace del @cti.psicologia, compartió algunas herramientas prácticas que nos servirán de apoyo para poder lidiar con las situaciones difíciles que tengamos que atravesar. Algunas de ellas son: aceptación de la situación; en segundo lugar, el perdón como regulador de mis emociones y por último la resiliencia como poder transformador.
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