Hay un factor constante en la vida y es el cambio. Por más que nos agrade estar prevenidos, organizados, hacer planes, colocar los eventos en las agendas, realizar una lista diaria de quehaceres, siempre hay la posibilidad de un cambio inesperado.

La vida es un constante sube y baja. Días buenos, días no tan buenos. Algunos serán lluviosos y otros soleados. Experimentaremos días fríos y otros tantos sumamente calurosos. Y aunque vivimos con cambios constantes, siempre nos afectan.

A todos de diferentes maneras. A algunos les fascinan los cambios porque lo que más detestan es la rutina, la constancia, lo demasiado predecible. Pero a los que no, los cambios nos trastornan, porque nos desorganizan, es como que nos mueven el piso.

Contamos con opciones

Tenemos dos opciones ante los cambios. Como ante todo en la vida. Aceptarlos y buscar soluciones, o dejar que nos derroten y compadecernos de nosotros mismos.

Hay muchos que dicen que si la vida no trajera problemas, sería muy aburrida. Pero es muy cierto que hay problemas que al momento nos pueden parecer un gigante más grande que aquel al que se enfrentó David. Cuando eso ocurre, es normal que sintamos temor, dudas, que no entendamos cómo Dios permitió ese cambio.

Pero si en lugar de enfocarnos en el cambio, nos enfocamos en Dios, en Su gran poder y en buscar soluciones siempre aferrados a Él, los temores y dudas se desvanecerán y más temprano que tarde encontraremos el propósito por el cual ese cambio tenía que ocurrir.

Aprendamos de los cambios y no olvidemos nunca esas lecciones.


El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

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. El presente se escribió en su totalidad por un ser humano, sin uso de ChatGPT o alguna otra herramienta de inteligencia artificial.

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