Para algunos, seguir a Jesús significa obedecer un sinnúmero de reglas y estar prohibido de hacer una lista de cosas. No entienden por qué tenemos que vivir bajo leyes y mandamientos si, se supone, Dios nos da libre albedrío. Esto puede parecer esclavizante para muchos y es por esa razón que rechazan a Jesús. Sin embargo, los límites existen por una razón y eso se puede entender cuando lo comparamos con los deportes.
El orden en los deportes
Cuando empecé a practicar un deporte, lo primero que hice fue aprender los movimientos básicos y continué entrenando. Sabía qué cómo debía moverme y cuál era la postura ideal de mi cuerpo para cada jugada. Me concentré tanto en eso que luego me di cuenta que en todo ese tiempo había estado pasando por alto el límite del campo. Cada línea pintada sobre el suelo estaba allí por un propósito, pero yo lo había ignorado por completo. El resultado es que cada vez que participaba un partido, perdía porque mis jugadas salían fuera del campo. Esto es frustrante porque mi contrincante gana puntos gracias a mis errores.
En la vida sucede algo parecido. Queremos libertad para hacer lo que se nos plazca y tenemos cierto desdén por las reglas. Pero cuando nos damos cuenta de que estamos perdiendo algo valioso o cuando enfrentamos las consecuencias de nuestras malas decisiones, recién apreciamos los límites.
Dios no estableció leyes y mandamientos porque quiere ser un tirano. Él las puso porque quiere protegernos y desea lo mejor para nosotros. Sin reglas hay caos. Él sabe esto y por eso nos pide obediencia: para que estemos seguros bajo la protección de sus mandamientos.
¿Imaginas cómo sería la vida si no existieran las normas de tránsito? Habrían incluso más muertes todos los días. Las normas existen para salvarnos la vida y mantener el orden en la ciudad. De la misma manera, Dios quiere cuidar nuestra integridad física y espiritual; por eso puso normas y mandamientos.
Si empezamos a ver la situación desde esta perspectiva, obedecer a Dios no es tan complicado como parece.
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