Henry Ward Beecher, hablando de la virtud del agradecimiento, acostumbraba a contar la historia de un viejo hortelano que siempre insistía en dejar las calabazas en el campo hasta que les hubieran tocado dos o tres heladas; esto completaba el proceso de maduración y les daba dulzor.
Después de contar la historia, Beecher añadía: “Y esto es lo que he visto que ocurre con las personas. Sólo los que han experimentado las heladas de la adversidad y de la verdadera prueba, poseen suficiente dulzura en su carácter”.
A nadie le gustan las pruebas, si fuera posible todos las evitaríamos, pero son necesarias para que Dios pueda ir trabajando en nuestras vidas, forjando nuestro carácter.
Ahora mismo, todos estamos en medio de una gran prueba y quizás a unos les afecte más que a otros, pero esta pandemia nos ha obligado a todos a cambiar muchas cosas en nuestras vidas, y aunque el futuro puede ser incierto, Dios tiene el control y el cuidado de nosotros.
¿Está mal sentirme desanimado?
Todos tenemos momentos en los que el desánimo toca nuestro corazón, tiempos en los que no tenemos idea de qué sigue ni qué hacer o a quién acudir, pero es ahí cuando podemos recordar lo que decía el salmista:
¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué está tan triste mi corazón? ¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo alabaré, ¡mi Salvador y mi Dios!
Salmos 42:11 (NTV)
Definitivamente no está mal que nos sintamos desanimados algunas veces, todos tenemos tiempos en los que nos cansamos e incluso queremos renunciar, pero lo importante es continuar poniendo nuestra esperanza en Dios y dejar de ver solamente las dificultades, porque tener la mirada puesta en los problemas lo único que hace es debilitarnos y desesperarnos más.
Recuerda que los planes de Dios son de bien y Él no abandona a sus hijos, su cuidado y protección siempre están presentes. Las pruebas son pasajeras, no permitas que te desanimen y te detengan.
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