Llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa «Lugar de la Calavera»,
Mateo 27:33 (RV60)
Todo el mundo busca paz y muchos creen que todas las religiones llevan a Dios cuando sólo Jesús lo hace porque Él es el camino, la verdad y la vida. Los últimos instantes antes de la muerte de Cristo que te recordamos aquí fueron cruciales para la humanidad.
El pueblo de Israel estaba sojuzgado por el imperio Romano que enviaba a la cárcel o asesinaba en el Gólgota a los que transgredían sus normas; ese lugar era más conocido como el Calvario, que significa el lugar de la calavera.
Después del juicio de Pilato y la presión de los líderes judíos, los soldados romanos llevaron a Jesús al Gólgota, aunque Él era inocente. El Maestro sufrió en el camino a su ejecución, los soldados lo despojaron de sus vestiduras, lo crucificaron entre ladrones, las autoridades se burlaban de Él y aun así el varón de dolores no les dijo nada.
Cerca de las tres de la tarde, Jesús clamó a gran voz. Decía: «Elí, Elí, ¿lema sabactani?», es decir, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»
Mateo 27:46 (RV60)
Jesús llevó en la cruz los pecados de la humanidad, el segundo Adán cargó con ese peso grande, con las dolencias y enfermedades en un cuerpo maltratado. Con la fuerza que le quedaba dirigió a su Padre sus últimas palabras y murió.
En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba hacia abajo; la tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron, y muchos cuerpos de santos, que ya habían muerto, volvieron a vivir. Después de la resurrección de Jesús, éstos salieron de sus sepulcros y fueron a la santa ciudad, donde se aparecieron a muchos.
Mateo 27:51-53 (RV60)
¡Qué gran sorpresa! El velo, que era lo que impedía a cualquier persona ingresar al lugar santísimo, se rasgó; lo que simboliza que el hombre tiene acceso a Dios por Cristo, el único mediador entre Dios y los hombres. Los muertos de entre los santos volvieron a la vida, hubo gran temor en Jerusalén por la escena apocalíptica que percibieron.
Al ver el terremoto y las cosas que habían sucedido, el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús se llenaron de miedo, y dijeron: «¡En verdad, éste era Hijo de Dios!»
Mateo 27:54 (RV60)
Las personas contemporáneas a Cristo no notaron la experiencia maravillosa de tenerlo cerca. Aunque Jesús caminó y comió con ellos, y les compartió enseñanzas profundas, no lo conocieron realmente. Sólo Pedro comprendió con anticipación que Jesús era el Hijo de Dios. Los líderes del pueblo y los soldados romanos se dieron cuenta de quién era, sólo después de ver lo sucedido.
Jesús murió en esa colina para darnos paz, libertad, salvación, acceso directo a Dios, una nueva oportunidad. Él no está muerto, resucitó victorioso al tercer día. Si aún no lo conoces ábrele tu corazón a Jesús para que pueda habitar allí.
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