Muchas veces sentimos que somos uno más del montón, que no tenemos nada especial y que quizás Dios no se preocupe por nosotros.
Cuentan que un hombre visitaba un gran rancho de ovejas, en Austria, durante la época del esquileo. En el transcurso de su visita, su guía sacó a un corderito con poco tiempo de nacido del corral, donde se hallaba con su madre, y lo puso con cientos de otros corderos.
El ruido de los balidos y el gritar de los esquiladores era ensordecedor. El animalito que había sido separado de su madre, estaba aturdido y se quedó mudo por unos momentos, pero poco después empezó a lanzar angustiosos balidos. Inmediatamente siguió la respuesta de su madre, porque la pequeña criatura empezó a dirigirse inmediatamente hacia el lejano establo donde estaba una vieja oveja. La madre del corderito comenzó también a caminar en la dirección de donde salían los tiernos balidos.
Refiriéndose a este incidente, un predicador afirmó en su sermón: No te imagines tú, cristiano, el más sencillo y humilde, que no puedes ser oído por Dios, y Padre Celestial, porque como nos enseñó Jesucristo, cuida las más débiles criaturas de la naturaleza. Él te ve como si no hubiera otro hijo suyo en todo el mundo, de modo que si oramos, podremos testificar como David:
Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias
(Salmos 34:6 RVR)
Y tú, ¿eres especial?
Puedes tener la certeza de que aun habiendo cientos de personas alrededor tuyo, y todas hablando muy fuerte o gritando, Dios conoce tu voz, te escucha y no te pierde de vista; Él está presto para socorrerte.
No creas que eres uno más del montón y que el Señor no te conoce o no te presta atención, porque para Él eres especial y único y sus ojos están atentos a ti.
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.