¿Cómo concebía el ser universal el Renacimiento italiano (s. XVI)? Encuentro una Enciclopedia de Arte en la biblioteca de mi yerno. De ahí, elijo el tomo relativo a Leonardo da Vinci. De ahí, la cita siguiente:
… Entre sus características más importantes se encontraban la conciencia de sí mismo, la inteligencia, el afán de saber, el realismo, la cultura general, el tener conocimientos sobre el mundo clásico. (También) la formación musical, el sentido estético, la virtud, la tolerancia, la creatividad, la autodisciplina, la laboriosidad, y la fuerza corporal.
Brigitte Hintzen-Bohlen, Uomo universale: Un sueño de la humanidad. Citado en Maestros del Arte Italiano, Könemann. 1998: Colonia, Alemania
Digamos que tratándose del siglo XVI italiano, entendemos lo de uomo (hombre). Traduzcamos eso a nuestro tiempo. Pensemos desde aquí al ser universal imaginado por aquella cultura.
Hace unos 25 años Brigitte Hintzen-Bohlen escribió estas líneas. En algunos fragmentos de esta cita, la incorrección política aparenta ser flagrante. La virtud, la autodisciplina y la fuerza corporal serían leídas como claramente discriminatorias, casi patriarcales.
Hagamos el ejercicio de situarnos en la época y proyectemos la intención al tiempo presente.
Por supuesto, el ser universal que sueña el Renacimiento es ideal. Nadie reúne estas condiciones todas juntas. Pero se puede ser excelente en algunas de ellas al menos.
Pero pensemos por ejemplo, en la conciencia de sí mismo. Significa tener una imagen de uno mismo sin los condicionamientos ni expectativas de, digamos, las redes sociales o los modelos de persona propuestos o exigidos por la cultura popular. Es un ejercicio de modestia y objetividad. No somos más —ni menos— de lo que creemos.
Mencionemos, además, el afán de saber. Es un saber fructífero, profundamente educativo y superador. Hoy se saben muchas cosas, pero no por eso se es más inteligente. Pero eso nos acerca a ese ser universal pensado por los renacentistas.
Semejante imagen de un ser universal resulta ofensiva para la mente promedio. La sociedad nuestra no promueve la igualdad como gusta decir, sino un igualitarismo. Nótese: es un –ismo, es decir, la absolutización de la uniformidad.
Los modelos de vestuario, de lenguaje, de cultura popular impuestos por los medios y las redes achatan la singularidad. La consigna es todos somos todo.
La singularidad otorgada por el pensamiento crítico, el lenguaje consciente, la lectura intencionada y pertinente es vista como elitista, reaccionaria, anacrónica.
Esa es la razón, entre muchas otras, por las que no podemos aspirar a la emergencia de un ser universal. Hoy parece imposible soñar con una generación nueva. Una generación así superaría la estupidez de la grieta, de las divisiones odiosas y de la guerra ideológica en la que chapoteamos alegremente.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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