Todos llevamos un evangelista en nuestro interior. Un impulso natural de compartir nuestras experiencias y recomendaciones sobre cosas que nos gustan o nos han impactado positivamente. Sea un restaurante, una película o cualquier otra vivencia, solemos sentir la necesidad de compartirlo con entusiasmo. Sin embargo, cuando se trata del evangelio o la fe, a veces esta disposición no es tan visible. Esta problemática puede surgir por varias razones.
Cómo hacer que el evangelismo sea un hábito
Una de las posibles razones es la falta de conexión personal con la fe que profesamos o con la comunidad religiosa a la que cada uno pertenezca. Si la vida que llevamos no se siente plena o atractiva en relación con las enseñanzas religiosas, puede resultar difícil compartir esa experiencia con otros. Es posible que la iglesia a la que uno asista no refleje completamente las convicciones personales, lo que dificulta el querer compartir esa fe.
La vergüenza de compartir
Además puede existir aspectos en la vida personal o en la práctica religiosa que generen incomodidad o vergüenza. Lo cual puede afectar el deseo de compartir la fe con otros. En estos casos, la autoevaluación es un paso importante para identificar qué aspectos específicos están interfiriendo en la capacidad de ser un evangelista de manera natural.
La importancia de la conexión personal
Para convertir el evangelismo en un hábito, es esencial buscar una conexión más profunda con la fe personal. Encontrar una comunidad o iglesia que se alinee más con las convicciones que tengas y resolver cualquier conflicto interno.
Evangelismo como algo natural
Cuando vivimos una fe auténtica y experimentamos un cambio positivo en la vida gracias a ella, el evangelismo se convierte en algo completamente natural. Compartir la fe no solo se trata de palabras, sino de vivir una vida que refleje esos valores y principios, lo que a su vez inspira y atrae a otros de manera orgánica.
Coherencia entre fe y vida
En resumen, el evangelismo se convierte en un hábito cuando se vive una fe auténtica y coherente con la vida diaria, lo que lleva a compartir naturalmente esa experiencia transformadora con los demás, ya sea a través de palabras o acciones que reflejen los principios y valores que se profesan.
Ideas para evangelizar mejor
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