Romanos 12:2 dice que la voluntad de Dios siempre es agradable y perfecta. Es por esa razón que en toda ocasión debemos pedir que se haga Su voluntad y no la nuestra. Sin embargo, cuando las situaciones son difíciles no nos resulta sencillo aceptar el plan de Dios en nuestras vidas. Pero, ¿por qué sucede eso?
Creemos saber qué es lo mejor
Nuestro cerebro está diseñado para hacer predicciones a cada minuto. Aprendemos a calcular los posibles resultados y esto nos permite sobrevivir el día a día. Sin embargo, esta habilidad también hace que creamos saber qué es lo mejor para nosotros. Por esta razón confiamos en nuestra sabiduría y nos cuesta pensar que Dios tiene un plan más adecuado. No obstante Él es el único que conoce el futuro, y por lo tanto, sabe qué decisión es la acertada.
Queremos hacer las cosas a nuestra manera
Las experiencias pasadas nos enseñan a equivocarnos menos, pero eso no quiere decir que siempre tengamos la razón. Debido a este comportamiento nos cuesta entender que exista una mejor opción. Sin embargo, Isaías 55:8-9 dice que nuestra forma de pensar no es como la de Dios. Nuestra capacidad es limitada, pero la de Él es infinita, y esa es uno de los tantos motivos por los cuales la voluntad de Dios es nuestra mejor opción en todo momento.
Nuestra fe es limitada
Algo que nos impide ceder el control y confiar en la voluntad de Dios es nuestra falta de fe. Una frase popular dice que Dios tiene el tamaño de nuestra fe, y en este caso es cierto. Cuando creemos que nuestra decisión es mejor que el plan de Dios, entonces creemos en un dios que no es todopoderoso.
Puede resultar difícil a veces, pero no hay mejor decisión que confiar en la voluntad de Dios. Eso fue lo que Jesús enseñó a sus discípulos (Lucas 11:2, Mateo 6:10) y lo que nosotros debemos aplicar en cada circunstancia que nos toca vivir.
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