Circulan muchas teorías sobre qué puede mejorar el desempeño de la sociedad actual. Se incluyen políticas económicas, desarrollo industrial y empresarial, reformas laborales y justicia social, entre otras. Quisiera acercar una idea adicional que me parece más de fondo que de forma: la educación es la base de todo.
Esta reflexión se sustenta en un hecho innegable: los individuos que componen el tejido social están fuertemente condicionados por las experiencias reales de su infancia. Esos hechos, acaecidos en los primeros seis o siete años de vida, dan forma a su manera de ver el mundo y a su conducta. Si no lo hacen absolutamente, al menos los determinan en gran medida.
La familia —o lo que haga el papel de familia— va a marcar de modo indeleble el camino que tomarán cuando grandes. La escuela, los amigos o la iglesia harán alguna contribución, pero nunca será tan decisiva como el hogar. Al menos, en la mayoría de los casos.
¿Instruye al niño en su camino?
Los creyentes usan siempre el pasaje de Proverbios 22:6 para responder a esta cuestión. A veces siento que lo hacen para convencer a los demás, o para convencerse a sí mismos, de que sus hijos tiene una garantía.
Piensan que el pasaje dice algo así: “Enséñales a tus hijos las cosas cristianas y cuando sean grandes no dejarán de ir a la iglesia”. Sin embargo, esa no es la lectura correcta. El verso quiere, literalmente, decir: “Lo que sea que tus hijos vean como ejemplo en su infancia en tu casa, eso va a ser su destino.” Y sólo cosas muy fuertes en su vida podrán modificar esa herencia.
La razón es muy simple: ninguna charla, sermón, escuelita o reprensión va a reemplazar lo que tus hijos e hijas han visto en tu casa desde sus primeros años. Así que más vale que vayas pensando en el tema.
Qué quiere decir que la educación es la base de todo
La crisis social, el deterioro de la fe pública, la violencia y la maldad están a cargo de personas que aprendieron esas conductas desde chiquitos. Y no importa el discurso moral y los llamados a la conciencia que hagan políticos, jueces, educadores, líderes religiosos y los padres: las palabras y la realidad van por carriles diferentes.
La escuela puede hacer muy poco con niños que llegan a las aulas con todas las marcas de la familia disfuncional, la violencia, el riesgo social, el abandono de la tarea educativa de padres y madres. Puede hacer algo, pero sus recursos son limitados.
La cosa tiene que empezar desde los primeros años. Y cada día me doy cuenta de que ahí la batalla está harto perdida: los padres y madres están ausentes, están muy ocupados, hay violencia, abuso o evidentes negligencias en la mayoría de los hogares.
Aumentar los recursos a las escuelas, dotarlas de computadores y redes nacionales de internet, planificar reformas educacionales, aumentar salarios a los docentes: tales son las propuestas para mejorar la educación en los países.
No conozco propuestas, sin embargo, que se orienten principalmente a padres y madres o a las personas que cumplan ese rol. Si ellos no se hacen cargo de la primera y más crítica etapa de formación de hijos e hijas, las políticas van a dar pocos y no muy buenos resultados.
La educación es la base de todo. Pero tiene que empezar en la casa.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.