Sí, hablemos de la otra cara del problema de Jonás, el profeta. Por qué viene a cuento en estos tiempos es claro: especialistas escatológicos anuncian el fin de la humanidad con truculentos argumentos escriturales. Así que veamos cómo se le presentaron las cosas al profeta bíblico y cómo se entiende el asunto por estos días.
El problema de Jonás al revés
Se me ocurre una mirada distinta al tema después de tantos años de lectura. La verdad es que a pesar de ser trágica la conclusión, el asunto me hizo alguna gracia. Si recuerdan el relato, el perturbado personaje no quería ir a anunciarle a los habitantes de Nínive que su ciudad sería destruida dentro del plazo de cuarenta días.
Pero, pongan atención en el argumento de Jonás: “Lo que va a pasar que los ninivitas se van a arrepentir, Dios los va a perdonar y yo voy a quedar en ridículo. Me van a mirar como un auténtico fracasado, agorero de males que nunca vinieron.”
Si Dios me fuera a pedir hoy que anunciara a alguna gente que van a ser destruidos si no se arrepienten, tendría el mismo problema de Jonás, pero al revés. No temería que se arrepintieran. Sería, exactamente, al contrario: temería que no me llevaran el apunte y yo hiciera un patético papelón.
Esa es, ni más ni menos, la otra cara del problema de Jonás.
Por lo tanto, no tengo anuncios del fin del mundo
Por eso, cuando me entran esas ganas de “anunciar” cosas, siempre estoy tentado a largarme lejos, aunque no para Tarsis. Me agradaría mejor tomar el tren Transiberiano y perderme en las estepas de Asia central. Así tan al revés están las cosas.
Además, si uno examina comprensivamente la Biblia, tiene que darse cuenta que en la mayoría de los casos el malestar de Dios es contra su pueblo. Si uno fuera a tomar en serio el oficio de profeta no tendría tiempo de ir a los “gentiles”: ¡Bastante trabajo le darían sus hermanos y hermanas! Aparte, oficiar de profeta es una cosa bastante poco recomendable si se quiere asegurar buena reputación y un cómodo pasar económico.
Qué sorprendido quedaría hoy el pobre profeta. Habría que invitarlo a tomar un café por ahí y mostrarle la otra cara del problema de Jonás. Decirle algo como: “El problema, viejo amigo, no es que si la gente se arrepiente vas a quedar en ridículo. La vergüenza en realidad es que nadie —como se dice por Argentina— te va a dar un cinco de bolilla, sean los gentiles o tus hermanos y hermanas en la fe…”
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.