Cargar día a día con mil situaciones en nuestra mente se torna en algo extremadamente exhausto, pues sin darnos cuenta estamos alimentando una vida arraigada al fracaso la tristeza, la agonía, el desespero y hasta la amargura; pero es importante entender que a menos preocupación, más libertad para nuestras vidas y el futuro que tenemos por delante.
¿Cómo dejar la preocupación?
Responder a esta pregunta puede ser un poco complicado ya que cada persona tiene cargas completamente diferentes incluso si viven bajo el mismo techo, es por eso que una de las claves más importantes para dejar de preocuparnos es identificar la raíz de cada problema. Posiblemente tu preocupación sea por el futuro de tus hijos, quizás sea por la manera en la que estás viviendo tu vida, la relación que tienes con tu pareja o en otros casos por la mala administración de las finanzas.
Menos preocupación y más libertad es una clara señal de que de alguna manera tenemos que aprender a disfrutar la vida que tenemos y que en diversos momentos no tenemos esa libertad a causa de nuestras inconformidades.
La preocupación y sus consecuencias
Preocuparnos es una clara demostración de que nosotros los seres humanos siempre estamos dando un paso adelante sin fijarnos en las consecuencias. Preocuparnos habla de ocupar nuestra mente, nuestro tiempo y nuestra vida en algo que aún no ha sucedido y que por ende en algunos casos nos lleva a un estado de estrés incontrolable, el preocuparnos nos aleja de aquellos que nos aman y hasta nos hace perder grandes oportunidades de la vida.
Ocúpate de lo importante
Es momento de centrar nuestros pensamientos en lo que realmente es importante, si no quieres perder el tiempo que Dios te ha dado aquí en la tierra analiza cada una de las cosas que te están impidiendo seguir y pregúntate ¿vale la pena esta preocupación? Enfócate en aquellas situaciones que si merecen de tu tiempo, ríe, vive, sueña y construye el presente que es hoy.
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Mateo 6:34 (Reina Valera 1960)
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