A veces queremos cambiar el rumbo de nuestra vida, pero no damos ningún paso para hacerlo realidad; y así pasa el tiempo sin que hayamos hecho cambios significativos. Mas el progreso no se da con tan solo desearlo y debemos ser proactivos.
Puedes redireccionar tu vida de muchas maneras, y una de ellas es haciéndote preguntas diarias, reflexionando en tus respuestas y poniéndote en acción. Si no sabes cómo empezar, estas tres preguntas te servirán.
¿Quieres redireccionar tu vida?
1. ¿Qué cambiaré hoy para ser mejor que ayer?
Muchos quieren cambiar, pero lo dejan para después y caen en la procrastinación. Y es ese hábito el que les impide llegar a donde realmente quieren ir.
Si no quieres ser del montón, haz una evaluación de tu vida y examina qué cosas te impiden avanzar. Evita poner excusas para justificar tus acciones, en vez de eso, sincérate y enumera los errores que usualmente cometes; de esa manera sabrás qué corregir en el presente.
2. ¿Qué haré hoy para lograr mis sueños?
Si tienes un sueño, por más pequeño que parezca, y quieres alcanzarlo, comienza a trabajar en él desde ahora. No esperes a tener más herramientas o materiales: empieza ya. Nadie sabe lo que sucederá en el futuro, y si no trabajas en tus metas, quizá mañana sea demasiado tarde.
Trabajar en el presente con miras al futuro te ayudará a redireccionar tu vida porque tendrás un enfoque claro de hacia dónde quieres ir.
3. Si mi vida llegara a su fin, ¿estaría feliz del legado que dejo?
La muerte es un hecho universal. La vida es tan frágil y pasajera que nadie puede asegurar que vivirá por cierta cantidad de años. Pero que la vida sea temporal no quiere decir que debamos ser indiferentes a lo que hacemos mientras respiramos. Todos tenemos la oportunidad de dejar un legado; pues es gracias a esas herencias que la humanidad ha llegado hasta donde estamos hoy.
Cada día debes preguntarte qué clase de legado estás forjando —y dejarías si dejaras de existir—. Esta interrogante te servirá para descubrir en qué estás invirtiendo tu tiempo, qué es lo que realmente te importa y si estás dando todo lo mejor de ti.
Conclusión
A veces damos por sentado cada día que amanecemos con vida; sin embargo, no nos damos cuenta de que podría ser el último. Reflexionar a diario nos lleva a ser agradecidos con Dios por todo lo que nos da. Además nos da la opción de tomar mejores decisiones y redireccionar nuestras vidas.
Cada minuto que respiramos es una segunda oportunidad, ¡no hay que desperdiciarla!
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.