La muerte. Una realidad que estamos destinados a afrontar. Seas cristiano, agnóstico o ateo. Seas rico o pobre, blanco o negro. La muerte nos llega. Nos sucede.
Es un destino definitivo para todos nosotros. Pero en cuanto al tiempo de morir; sea más tarde o más temprano, nunca lo sabremos con certeza. Esas personas en nuestras vidas que se han muerto tan pronto, sean personas muy cercanas que llevamos en nuestros corazones o los íconos culturales de nuestra generación: desde John Lennon, JFK, la Princesa Diana, Michael Jackson y más recientemente, la leyenda de la NBA, Kobe Bryant.
Las noticias de sus muertes súbitas nos dejan con una sensación de asombro y negación. Nos viene a la mente pensar que se nos adelantaron, que se fueron demasiado pronto. Pensamos en sus potenciales perdidos y reflexionamos en el legado que dejaron atrás.
La muerte nos duele. Es una realidad que debemos afrontar.
Pero mientras seguimos viviendo, la muerte se nos presenta como una prueba de fuego. La muerte nos pide que nos hagamos estas preguntas:
- ¿Estoy viviendo una vida con propósito?
- ¿Estoy enfocado solo en el éxito o en una vida con significado?
- ¿Estoy listo para presentarme ante Dios?
Si crees en la obra realizada por Jesucristo en la cruz, la muerte se torna en el máximo consuelo. Porque la muerte le da la bienvenida a quienes creen en Jesús a un nuevo comienzo: la vida en la presencia de su Creador por el resto de la eternidad, una eternidad libre de cualquier tipo de dolor o tristeza.
Si no crees en la obra realizada por Jesucristo en la cruz, Él te llama ahora al arrepentimiento y a creer en Su nombre. Pues solo Él ofrece el mensaje de salvación y reconciliación que es totalmente gratuito para todos los que crean.
Como diría John Piper:
No oro tanto por el hecho de que mi muerte me llegue sin dolor, sino por que llegue sin ninguna duda.
Originalmente publicado en yesHEis Filipinas.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.