Hace varios años, un tren que atravesaba los extensos despoblados de Estados Unidos, fue el escenario de un acontecimiento terrible.
El fogonero de un tren había abierto la puerta del horno para echar más carbón; en el mismo instante una columna de aire que entró por la chimenea arrojó una llamarada de fuego en el rostro de aquel hombre, quien loco de dolor abandonó su puesto, sin cerrar la puerta como debía, lo que llevó a las llamas a prender fuego en el depósito del carbón.
La poderosa máquina marchaba a gran velocidad, y nadie podía ocuparse del control de la misma. Los viajeros que se encontraban en aquel tren eran víctimas del miedo y el terror viendo su trágico fin.
De repente José Sieg, el maquinista del tren, avanzó entre las llamas hasta llegar a la puerta del horno; con un supremo esfuerzo cerró la puerta que estaba casi incandescente, parando el tren a continuación.
Cuando volvió a salir de aquel mar de fuego su cuerpo estaba envuelto en llamas, y sin demora se precipitó en el depósito de agua, para mitigar su dolor. Lo sacaron al momento, pero el cuerpo de aquel héroe ya estaba sin vida, víctima de tan terribles quemaduras.
El tren ya había parado, y aquellos setecientos viajeros se habían congregado ante el cadáver de su salvador, mostrando en sus rostros el profundo agradecimiento que sentían hacia aquel que les había salvado la vida.
Esta historia nos ilustra el sacrificio que un hombre tuvo que hacer para salvar a cientos de pasajeros que iban en ese tren. Quizás no conocía a ni uno solo, pero estuvo dispuesto a dar su vida por salvarlos, posiblemente no pensó en la consecuencia de sus actos, simplemente puso su vida.
A diferencia del maquinista, Jesús ya sabía a qué venía a la tierra. Él estaba consciente de que sería rechazado, maltratado, humillado y crucificado por amor a la humanidad; y aún así, sin escatimar su vida, se hizo hombre y aún pudiendo salvarse decidió entregarse por nosotros.
Si Jesús, siendo Dios, fue capaz de dar su vida para salvarnos, ¿Qué estás dispuesto a hacer tú por Él?
Tito 2:14 dice:
“Él dio su vida para liberarnos de toda clase de pecado, para limpiarnos y para hacernos su pueblo, totalmente comprometidos a hacer buenas acciones” (NTV)
¿Cómo estás viviendo? ¿La gente puede ver en ti a un verdadero seguidor de Jesús? ¿Reconoces el sacrificio que hizo por ti?
Este tiempo recordamos con agradecimiento el enorme amor y sacrificio que nuestro Salvador hizo por cada uno de nosotros, pero, ¿Sólo lo recuerdas en estas fechas o tu vida y acciones le dan las gracias todos los días?
Jesús no vino a la tierra sin saber qué pasaría, Él conocía todo y aún así decidió morir por ti y por mí, vivamos honrando el amor inigualable de Dios.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.