Un señor youtuber cristiano afirma en las redes que Dios odia al pecador, basándose en una intencionada selección de versículos. No acepta aquello de que Dios odia el pecado, pero ama al pecador.
La verdad es que hay que tener tiempo de sobra o estar muy aburrido para seguir semejantes reflexiones. A veces irrita que sea posible perder el tiempo con tales elucubraciones en un mundo que sufre por cuestiones realmente importantes.
De creerle a aquel predicador tendríamos que leer Juan 3:16 así:
Porque de tal manera amó Dios a los que dejaron de pecar, que envió a su hijo al mundo para que todos los que dejaron de pecar y que creen el él no se pierdan, más tengan vida eterna.
Umberto Eco solía decir que antes de la creación de internet la estupidez quedaba confinada a la mesa del bar o del café, pero que hoy tiene tribuna mundial. Se reproduce por las redes hasta la náusea. A los interesados en saber más acerca de esto les recomiendo leer su libro “De la estupidez a la locura”.
Que Dios ama al pecador y espera que deje su conducta es un hecho perceptible desde el Génesis mismo. Aún en los tiempos de severos juicios a personas o naciones, se lee acerca del dolor de Dios por las personas que pecan. Semejante dolor sólo es posible si se ama.
Esto ilustra el efecto producido por la idea que Dios tiene un amor selectivo, es decir, “no a todos”. Tendríamos que amar solamente a cierto tipo de personas. Hace un tiempo escribí aquí acerca de los grados de amor que los cristianos tienen respecto de sus semejantes.
Alguien dijo una vez que había ciertas afirmaciones que merecían palos. Elijo una un poco más discreta: hay afirmaciones que te ponen a llorar a mares.
Creo, irreductiblemente, que Dios ama a todas las personas, antes o después de recibirle como Dios. Que ama incluso a aquellas que no lo aman a Él, no le creen o no viven de acuerdo con sus caminos. Eso creo.