Esta es una crónica de cuánto he demorado en instalar mi blog en la conciencia pública. Hace más de ocho años que comencé a escribir aquí. En esos tiempos tenía absoluta libertad literaria. En mi opinión, escribí en ese tiempo lo mejor de mi producción. Hablaba de mis estados de ánimo, de paisajes, de viajes, de emociones, cataclismos y esperanzas.
Durante mucho tiempo, el nivel de lectura de estos artículos era mínima. Lograr 100 lecturas podía tomar de tres semanas a un mes. Me explica mi estimada editora que, de todos modos, es posible que el nivel de lecturas sea más alto que el reportado por el sistema.
A veces eso me frustraba, pero mis sentimientos eran alentados por la libertad que tenía de escribir lo que quisiera. Todavía no tenía conciencia de cuánto demoraría instalar mi blog en la conciencia pública.
Una lucha desigual
Debí entender que me enfrentaba a una lucha desigual, porque era una voz contraria al flujo que domina los contenidos circundantes.
Mis artículos tratan con temas que no son del interés mayoritario de la audiencia. Ella quiere temas espirituales, palabras de estímulo para seguir el largo camino al cielo, predicaciones memoriosas y siete pasos para el éxito. Es decir, materias alejadas de mi vocación. No juzgo eso. El interés es libre.
Así que seguía resistiendo la temática, apoyado por la propuesta inicial que me otorgaba completa libertad de expresión. No sabía todavía qué difícil sería instalar mi blog en la conciencia pública.
El círculo se estrecha
Sin embargo, las cosas se fueron estrechando para mí. El año pasado hubo que aplicarse a observar las condiciones del Search Engine Optimization (SEO), que establece reglas para el éxito de los artículos.
Si no te ajustas a esas reglas, no te permite publicar. O puedes publicar, pero con la advertencia de dos luces rojas que indican que te va a ir bastante mal. ¿Más de lo que ya me iba por no ser un blogger super trending? Sí, porque instalar mi blog en la conciencia pública tenía que pagar un precio.
Cuál ha sido el precio
El precio para instalar mi blog en la conciencia pública ha sido someterme a las disposiciones algorítmicas del sistema. Así que: hay que repetir la frase clave, distribuirla bien, colocar muchas frases en modo activo, no comenzar más de dos frases con las mismas palabras en forma consecutiva y decenas de cosas más.
Es decir, no hay lugar para la literatura creativa pura. Hay que hacerla completamente utilitaria. Que sirva al sistema mundial. Que produzca resultados para ver si te suben en el ranking y te coloquen más arriba en los motores de búsqueda. Debo advertir que a mí aquello me interesa bastante poco, pero entiendo su lógica. Aunque ahora, nobleza obliga, admito que las 100 lecturas ¡llegan en dos días o tres!
No renuncio a servir a mi audiencia actual
Entonces, ¿por qué insisto en construir desde este blog y no me mudo a uno exclusivamente personal? Porque mi anhelo, mi sueño, mi visión, es que la gente cristiana vea, mire, escuche, considere otras cosas. Porque no se cansan de hacer eso sólo en los círculos de su mundo propio, de sus creencias y convicciones.
No hay crítica pura, no hay cuestionamiento, no hay conciencia de lo otro que está afuera y que demanda nuestra influencia. Todos se celebran entre ellos, se encuentran magníficos y triunfadores y yo hace tiempo que no creo eso. Creo que estamos viviendo momentos bastante frágiles como comunidad de creyentes en el mundo y me toca decirlo.
Así que, a pesar de lo que me ha constado instalar mi blog en la conciencia pública, soy y sigo. A veces regreso a la prosa poética, pero no mucho. Eso sólo es gusto de una inmensa minoría…
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.