La resistencia no violenta nos remite a personajes de la historia como Mahatma Gandhi, Nelson Mandela o Martin Luther King. Para abrir la reflexión, acudimos a una cita que nos parece oportuna:
¿Hasta qué punto estamos obligados a obedecer al gobierno cuando sus medidas o leyes nos parecen injustas? Enunciada de modo más directo, esta pregunta podría reducirse a la siguiente: ¿cuándo se justifica la resistencia?
Thoreau, H.D. (2012), Desobediencia Civil, D.F., México, Tumbona Ediciones (Traducción de Sebastián Pilovsky), Página 7
Yo aclararía que una cosa es que nos parezcan leyes injustas y otra muy distinta es que objetivamente sean injustas.
La desobediencia civil se nos presenta como una opción de resistencia no violenta, según se lee en la misma introducción:
(U)na forma de participación política que, a través de la violación de la ley, denuncia una injusticia con el fin de remediarla por vías pacíficas, siempre en el marco general del respeto al derecho.
Idem, página 9
Una forma de participación política
Es notable que en la definición propuesta en el libro, la resistencia no violenta es una forma de participar políticamente.
Es decir, no solamente siendo parte del poder político o votante se participa políticamente. Efectivamente, participar en el reclamo contra la injusticia que entraña una legislación o una conducta gubernamental, es una acción política.
Violación de la ley
Lo primero que dispara las alarmas es la frase “violación de la ley”. ¿Cómo eso se conjuga con la idea de habitantes de una sociedad respetuosos de la ley?
Si la conducta o las leyes de un gobierno son manifiestamente injustas, tenemos que concluir que desobedecerlas no es, en estricto rigor, una violación. Es una protesta que se legitima por su naturaleza: la resistencia no violenta.
Por vías pacíficas
Esta es la cuestión más difícil de lograr. Les sugiero ver, o volver a ver la película “Gandhi”, dirigida por Richard Attemborough. Una audiencia más clásica estaría dispuesta a leer “Mahatma Gandhi. Autobiografía. Historia de mis experiencias con la verdad”, de Gaia Ediciones, España.
Ahí encontramos que si bien muchas personas adhirieron a su propuesta de resistencia pacífica, muchos de sus seguidores prefirieron el camino de la violencia y la sangre.
¿Es efectiva la resistencia no violenta? ¿Se logra más con el enfrentamiento violento y la muerte? ¿A quiénes conviene la violencia y a quiénes conviene resistir en paz?
Enormes preguntas para las cuales no hay respuesta fácil.
Un camino posible
Inmensos conflictos atraviesan la sociedad en nuestros países. Prima el odio, la división, la incapacidad o la decisión de no dialogar.
Si todos elegimos el camino de la violencia, puede llegar un día que ya no haya sociedad por la cual luchar.
Tal vez sería oportuno revisar la historia, los documentales y los libros que muestran la experiencia de la resistencia no violenta. ¿Ha logrado cambios fundamentales o es un camino inútil en los días que corren?