Hay quienes en algún momento podemos haber pensado que Dios necesita de nuestro amor. Dios no necesita nada de nosotros. Le complace, sí, que le amemos y le adoremos. Nos puso un espacio en el alma, en el corazón, que nos da un anhelo por tenerlo en nuestra vida. Pero Él nos amó primero.
La necesidad de amar a Dios
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
1 Juan 4:10 (RVR 1960)
Dios no tiene necesidades, por tanto, no podemos cumplir con Sus necesidades, pero sí podemos reflejar Su amor. En la medida que amamos a Dios y tenemos una relación fuerte y estrecha con Él, somos más capaces de amar a otros. Necesitamos amar a Dios para amar a todos.
Amar como Dios y perdonar como Él, debe ser nuestra meta
El amor del que Jesús nos habla es un amor que no juzga, no rechaza, no traiciona. A todos nos cuesta en nuestra naturaleza amar así. Solo si aprendemos a amar a Dios podremos amar a todos. Solo estando cerca de Dios a diario nos iremos pareciendo cada vez más a Su imagen y podremos reflejarlo.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
1 Corintios 13:4-6 (RVR 1960)
Si hay algo que nos cuesta es perdonar y necesitamos hacerlo. Recordando no solo que ese fue el mayor ejemplo que Jesús nos dio, cuando sobre la cruz pidió a Dios que perdonara a quienes lo llevaron allí. También debemos entender que perdonar nos quita la carga del resentimiento a nosotros.
En la medida que nos acerquemos más a Dios y compartamos tiempo con Él, más podremos amar a todos. Primero tenemos que amar a Dios. Es la mejor manera de parecernos más a Él y reflejar el amor, los valores, el respeto y la luz que Él nos ha pedido que seamos.
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