Escribir es una actividad solitaria. Escribo esto porque he leído dos veces Memorias de una joven formal, de Simone de Beauvoir. Como en todas mis lecturas, siempre estoy atento a pequeños —o grandes— hallazgos.
Hallé en esta lectura un pensamiento que arroja una luz nueva sobre aquellas cosas que permanecen inadvertidas en los rincones. Fue una inesperada brisa que levantó el polvo del tiempo que descansa sobre los muebles de mi mente y me permite ver lo olvidado.
Miren estas palabras, que conmueven:
La literatura permite vengarse de la realidad esclavizándola a la ficción… escribir exige repelentes virtudes, esfuerzo, paciencia; es una actividad solitaria donde el público no existe más que como esperanza.
Memorias de una joven formal, Simone de Beauvoir, Editorial Sudamericana (1998)
Broncas, discursos y ficciones
Efectivamente, escribir es una actividad solitaria. Tantas veces le he querido imprimir a la realidad los decibeles de una bronca reprimida, escribiendo un poema sin métrica ni respeto alguno por las convenciones gramaticales.
O le ofrezco a la audiencia un discurso que parece sin destino donde queda plasmado el desengaño, la decepción, la sorpresa, la ira.
He escrito algunas cosas de ficción que dan cuenta de las cuestiones con las que he lidiado por décadas. El problema es que cuando las reviso me doy cuenta que están demasiado encriptadas; no otorgan un panorama claro respecto de qué es lo que me pasa. Pero al menos me dan respiro por un tiempo.
La esperanza de una audiencia
Por otra parte, cuando escribo para una audiencia tengo esa extraña sensación de que no logro transmitir la totalidad de mi pensamiento o de mis sentimientos.
Tengo, como dice Beauvoir, apenas la esperanza de un público que capture algo de lo que da vueltas en mi cabeza y que no me deja dormir o de aquello que sigue pendiente.
Un público apenas posible que alivia un poco esta noción de que escribir es una actividad solitaria.
Hay veces que la idea surge con una fuerza incontenible y basta un poco de tiempo para plasmarla con facilidad en cuatrocientas palabras. En otras ocasiones todo esto requiere esfuerzo y paciencia porque no encuentro el punto de contacto con lo que quiero decir.
Ensayo algunas frases, las borro, reescribo todo y me peleo con las palabras hasta que se dejan abordar y llega el momento del anhelado cierre.
Hasta entonces, escribir es una actividad solitaria y paciente. Una lucha singular y compleja que ya es parte inseparable de los asuntos que aún tienen significado para mí…
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.