Lo que pudo ser y nunca fue es otra de las cuestiones que solemos preguntarnos. Es una pregunta que con los años se cuela más seguido en la reunión de la nostalgia.
Tal vez, es la cercanía de la frontera vital la que nos empuja hacia atrás. Actúa como un conjuro contra la fragilidad de la existencia presente.
Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida.
Ernesto Sabato, La resistencia (2000), Editorial Planeta, Buenos Aires, Argentina
Estas palabras, que ya traté aquí antes, fueron escritas por Sabato en su penúltimo libro. Su epílogo literario sería el libro “Antes del fin”. Pero en “la Resistencia” ya anticipaba el encuentro con lo definitivo.
Los cafés
Noten el tema de los cafés. A veces mis amigos y amigas se ríen de mi compulsión a hablar y publicar fotos de los cafés que frecuento, especialmente “Amelie”.
A la edad que he alcanzado recientemente, el café no es sólo un lugar para desayunar. En el café pienso, recuerdo, leo, escribo. Pienso en lo que pudo ser y no fue.
El café es un campamento, una tienda donde formula uno la estrategia y la táctica del diario vivir. Como en “Amelie”, es un territorio tibio, generoso, benigno.
El diálogo
No siempre el diálogo aclara las cosas. “No aclare, que oscurece” dicen en Villa María. Uno quiere deshacer lo que fue y que no nos alegra recordar.
Quisiéramos que unas palabras, dichas en voz baja en el subterráneo de un café, sanaran para siempre el dolor infligido. Anhelamos que ellas resolvieran el enigma de todo eso que pudo ser y nunca fue.
A veces ayuda. Pero la memoria suele ser implacable. Quizá lo que logremos es endulzar un poco la dura materia del dolor.
La dignidad de la persona
Pensando en eso que pudo ser, se pregunta uno cuánto valoró la dignidad de las personas. Eramos tan jóvenes. Fuimos egoístas. Nos creíamos inmortales.
Y así, en el proceso de vivir atropelladamente, derrochando juventud, energía y sueños, pasamos por encima de alguna dignidad ajena. Porque nos pareció más importante lo nuestro.
Y nos equivocamos. La vida no es así. Hay que respetar. Hay que amar. Nos privamos, sin saber, de todo eso que pudo ser.
Un infinito, pero humano
Para las sensibilidades un poco superficiales esta frase molesta. Porque no podemos concebir otro Infinito que Dios. Pero en nosotros hay Infinito.
Somos capaces de soñar infinito. Podemos amar infinito, aunque no sepamos cómo hacerlo. Tenemos la habilidad, para bien o para mal, de crear infinito. Y eso es porque lo Infinito está exhalado en nosotros, eterno aliento de vida.
Entre otras cosas, experimentamos todo eso que pudo ser… y nunca fue.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
Una respuesta
Hermoso. Gracias.