«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.»
Gálatas 5:16-17 (RVR 1960)
La Biblia refiere que cuando conocemos a Cristo nuestra conciencia, en cuanto al pecado, cambia porque somos conscientes que entristece a Dios. Sin embargo, a pesar de haber sido salvos, una parte de nosotros que se opone a las cosas del Señor. Es la carne y todos sus deseos.
No te dejes llevar por tus deseos carnales porque definitivamente te apartarán de la gran voluntad de Dios.
Los deseos de la carne son contra el Espíritu
Mientras estemos en el cuerpo humano la lucha será permanente, enfrentaremos diariamente una batalla campal porque nuestra carne querrá satisfacer sus deseos. Es ahí el desafío que cada uno tiene por no caer y dar lugar a una satisfacción pecaminosa.
El Espíritu Santo cumple muchas funciones. Pero uno de sus propósitos principales es glorificar a Cristo en la vida de los creyentes, para que los hijos de Dios estén por el camino de transformación para parecerse cada día más a Jesús. La carne y sus deseos se oponen y entorpecen su maravillosa obra.
Muchos cristianos se lamentan porque son derrotados con facilidad, pecan y ceden fácilmente a sus deseos, ¿por qué? Es posible que asistan a la iglesia y lean la Biblia, pero están descuidando la obra del Espíritu en su vida.
Permite que el Espíritu Santo obre en ti
La Biblia enseña que el único que se opone y pone resistencia a los deseos de la carne es el Espíritu de Dios. Es decir, no podemos vencer al pecado solos, nuestra fuerza de voluntad no será suficiente, necesitamos su presencia y guía.
Si continúas luchando contra algunos pecados, pero consideras que fallas una y otra vez, es tiempo de realizar una pausa y meditar si el fuego del Espíritu Santo está vivo dentro de ti, porque si fuera así, la carne y sus deseos no tendrían que ser satisfechos.
Te animo a reconocer tu debilidad y buscar ayuda en Cristo. Por supuesto que nadie cambia de inmediato, pero empieza a dar los primeros pasos; pide que el Espíritu Santo se encienda en tu vida y permite su obra maravillosa en ti, porque ¡con Él somos más que victoriosos!
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