Hace unos días un primo muy cercano tuvo un accidente que pudo ser fatal. Si bien ahora se encuentra en recuperación, no es fácil verlo tan golpeado y lastimado, sentí una profunda rabia hacia el responsable de su estado; imagino que a otra persona en mi lugar le sucedería lo mismo.
Sin embargo, analizando la situación, no había nada más que hacer que asimilar la realidad y agradecer a Dios por haber preservado su vida. Fue entonces que el Señor me recordó un conocido versículo:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8:28 (RVR1960).
Aunque el accidente de mi primito sea una situación dolorosa e inesperada, no deja de tener un propósito, mucho más, cuando existe amor hacia Dios de por medio.
Muchas veces estamos en la posición de ver el sufrimiento de un ser querido y no poder hacer nada para aliviar su dolor nos llena de impotencia. Esto se debe a que queremos actuar en nuestra humanidad, olvidando que podemos recurrir al dador de la vida, a un Padre Todopoderoso que tiene las cosas bajo control.
No obstante, hay algo que podemos hacer por quienes sufren, orar por ellos, con la certeza de que Dios obrará en sus vidas, y transmitirles esa fe.
Cada persona debe atravesar por su propio proceso, pero ello no quiere decir que los abandonemos para que luchen como puedan.
Acompañemos al amigo, familiar o ser querido, guiándolo hacia Dios, sino lo conociese; o alentando su fe para que se afirme en el camino del Señor.
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
Efesios 6:18 (RVR1960
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.