Me propongo revisar y actualizar un viejo estado de situación y proyectar algunas inconveniencias inevitables para mi mente ajena.
En esta revisión actualizo mi disposición a apropiarme del dolor y reconocerlo como inherente a la cruda experiencia de vivir. Renuevo mi disposición a negociar los términos de la existencia, porque la verdadera vida no tiene ropajes ni caretas. La vida impone sin derecho a réplica sus condiciones leoninas y sus juicios inapelables.
Este estado de situación me instiga a seguir caminando sin mapas por la dura superficie de la realidad sin la seguridad de mantras, documentos o posibles misericordias. Negaremos la hiel y el vinagre para abrazar con una suerte de ridículo honor el oficio de la muerte, única promesa segura a este lado de la frontera.
Sueños, sabidurías desgastadas y pactos rotos
Los sueños no eran más que sueños. Los diligentes dibujos de la mente se desgastaron en el escritorio, se deshicieron en un vendaval de lágrimas inútiles. La esperanza, pobre ingenua, resiste aún, cada vez más desnuda, cada día más desarmada.
Ya hace tiempo reconocí la vieja, la escueta sabiduría que encierra el “nunca digas nunca, nunca digas siempre”. Los viejos pactos, los compromisos de entonces fueron aniquilados por el reproche. Se incendiaron en el fuego de los celos, fueron ejecutados por los ajustes de cuentas. Se ahogaron en un mar de querellas y derechos adquiridos.
Las promesas se derrumbaron en una tormenta de pasiones oscuras y ardores inconclusos. Los testamentos devinieron letra muerta, abandonados en una mesa de restaurante, en un escaño de la plaza a medianoche.
¡Vaya estado de situación! No se guarda nada. Qué sinceridad espantosa.
Y algunas ideas algo incoherentes al final
Nos sigue pegando el cansancio de los trajines aprendidos para sobrevivir. Sonreímos con alguna amargura al constatar las patéticas componendas del acomodo cuando se tiene miedo o hambre, o ambos.
Es fría la navaja de los contratos que filetea los sentimientos con quirúrgica precisión. La rendición incondicional del cuerpo que se deteriora sin remedio, la inexorable mortaja del almanaque que lo envuelve poco a poquito. La supervivencia, la triste y simple supervivencia.
Los lazos antiguos, las fraternales uniones de la sangre, los llamados del clan han sido traicionados por la hora de la verdad. Han ganado la partida los viejos rencores, los escraches enfermizos de las secretas historias para la befa de transeúntes y navegantes.
Decretamos la desclasificación de las cuentas pendientes, los cheques en blanco firmados en horas de éxtasis y el libro de los haberes y sus agujeros.
Según el presente estado de situación, ni más ni menos, es lo que hay…
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.