Por supuesto, este no es el plan perfecto para leer la Biblia en un año. No existe semejante cosa, pienso. El título es un poco para atrapar su atención. Pretendo decir algo poco común, lateral, como siempre.
Me parece impresentable, perdón por la franqueza, que haya que estar inventando “planes” para que las personas cristianas lean la Biblia.
Siempre por estos días aparecen propuestas para que, por fin, leamos la Biblia en un año.
Hubo una época en que a los cristianos se les decía “el pueblo del Libro”. Pero era más porque andaban con el libro a la vista, con tapas negras y cantos rojos, bien visibles.
Mi experiencia de cincuenta años en los andares de nuestro pueblo, he recabado la siguiente información: el 97 % de los creyentes jamás ha leído la Biblia entera. De principio a fin, sin saltarse nada.
¿Cuál sería el plan perfecto para leer la Biblia?
No hay ninguno. No debe haber planes. Si leer la Biblia no es una pasión, una urgencia continua, una búsqueda imparable, ningún plan sirve. La lectura de la Biblia entera puede demorar seis meses, tres años o lo que sea lo que la persona busque en ella.
Leer la Biblia entera no es una conquista espiritual. Es respiración, es hambre que dura toda la vida. No es un deber. Es puro amor.
El plan perfecto para leer la Biblia es un parche vivencial. Es la triste constatación de la flojera espiritual e intelectual de un pueblo que ha sido absorbido por la liviandad de pantallas y memes.
La maravilla de seguir encontrando cosas nuevas
Superemos la liviandad: el plan perfecto para leer la Biblia nos hace perder la experiencia quizá más profunda del encuentro con el texto.
Leerla una vez es apenas un resumen. Lo tremendo es leerla una y otra vez, entera, sin saltos. Cada vez, hay nuevos paisajes, rincones que antes no habíamos visto.
Después de casi cincuenta años de semejante ejercicio, hasta hace apenas noviembre pasado hallaba algo nunca visto, algo asombroso.
No es que la Biblia cambie. Es que nosotros vamos cambiando y la miramos con otros ojos. La miramos, por ejemplo, a la luz de nuestro país, de nuestra historia o de la violencia inusitada y la corrupción desatada. Bajo esas luces, la Biblia nos comunica nuevos tonos, nuevas voces.
El retorno a épocas pasadas
Durante siglos, particularmente en la Edad Media, era el personal religioso el único que podía leer la Biblia. Su interpretación no sólo era la única posible: era impuesta como la única posible.
Luego, por el siglo 16, vino una época de cierta libertad. ¡El pueblo podía leer la Biblia por sí mismo! Traducida a los idiomas vernáculos, cualquier persona tenía posibilidad de mirar a su contenido fundamental.
Pero pasaron los siglos y, de nuevo, el texto fue secuestrado por los “expertos”. Se propagaron doctrinas, teologías, interpretaciones y dominios que sólo podían ser explicados por una nomenclatura colegiada.
Por eso, creo, fue necesario animar a la gente a volver al texto. Se había perdido el encanto del descubrimiento personal. Se hizo necesario inventar el plan perfecto para leer la Biblia. En un año. Como si eso fuera suficiente…
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El plan perfecto para leer la Biblia es hacerlo durante toda la vida, todo el tiempo, en todo lugar y por una sola razón: por amor a la verdad.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
2 respuestas
Es la primera vez que leo algo tan real..
Si existe un plan…es porque es impuesto como una orden..como una estrategia…no como una necesidad..
Sergio,
Qué real también tu comentario. Ojalá sea cada vez más una necesidad en nosotros…