Vayan estas reflexiones poco comunes acerca del cáncer, en vista de una experiencia personal. Son marginales, por cierto. Lo testimonial no constituye verdad, aunque así lo cree la mayoría.
Lo vivido ilustra, pero nunca debe ser entenderse como verdad general. Por una sencilla razón: es subjetivo. Nadie vive un acontecimiento de idéntica manera que otra persona. Y, aunque haya grandes similitudes, sigue siendo un hecho privado.
Basta que uno mencione que pasa por una cierta situación para que la mayoría de las personas se empeñen en contarnos las experiencias de cómo la vivieron y de cómo debe uno enfrentar el problema.
Si es para informarnos, las más de las veces resultan inoportunas. Si es para sugerirnos que actuemos igual que ellos, son igualmente inoportunas.
Ya se ve que estas son reflexiones poco comunes.
Una aproximación
He leído y visto registros de personas que enfrentaron y superaron el cáncer. Puesto intempestivamente es ese mismo territorio existencial, elegí otros caminos para transitarlo.
Hace un buen tiempo asumí la tremenda precariedad de nuestra vida. Reconocí que, por más que el discurso contrario suene bonito, no estamos exentos de nada porque creamos.
No tenemos, como dice Eliana, mi profesora de teología, “pasaporte diplomático”. Vivimos en la común intemperie.
Por lo mismo, no me ocupé de la pregunta “¿Por qué a mí?” Entendía que porque sí, nomás.
No busqué explicaciones espirituales. El cáncer no es una prueba. Es un hecho biológico. Sus raíces pueden hundirse en misteriosas oscuridades, pero no encontré razón alguna para indagarlas.
¿No le parecen reflexiones poco comunes éstas?
Ni revelaciones ni consecuencias “correctivas”
Por lo mismo, no busqué “propósitos” en lo que me pasaba. Es una opinión absolutamente personal lo que digo aquí, advierto.
Encuentro terrible que pase por la mente de alguien que semejante devastación física, psicológica y emocional que es transitar un cáncer y una quimioterapia tenga un “propósito”. Hallo que es una acusación grave al carácter de Dios.
Hay personas que en semejantes situaciones se preguntan si están pagando algún mal perpetrado en el pasado o alguna cosa que deban descubrir y resolver. Me parece un ejercicio que agrava profundamente la dolencia.
Encima, mi observación es que, en la gran mayoría de los casos, semejante introspección no resuelve nada. Por más que a usted le parezcan reflexiones poco comunes. O un poco herejes.
Libertad y paz
Por otra parte, hasta el actual nivel de conocimiento que tengo sobre mi vida, no tengo asuntos pendientes. De ida, seguro que no. De vuelta, es posible que haya algunas pendientes pero no lo están por mi causa. He pedido perdón y lo he otorgado.
Mabel, mi querida amiga psicóloga, me ofreció, mucho antes de saber del tumor al colon, un hermoso y temperado bosquejo sobre el arte de morir en paz y libertad. Le pueden preguntar a ella en qué consiste porque no me cabe en este artículo.
Ese era entonces el talante con que viví todo el proceso. Otra amiga mía, Liliana, les puede contar que a veces se desplomaron todas mis reflexiones poco comunes y me sentí miserable e infeliz. Pero nunca el asunto duró más de dos días y siempre como uno de los efectos inevitables de la medicación.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.